Por
Lácides Martínez Ávila
Es fama que la posición escéptica
más radical que ha habido en la historia de la filosofía es la del sofista
Gorgias de Leontini, al afirmar: “Nada es; pero si algo fuese, no lo podríamos
conocer, y si algo fuese y lo conociésemos, no lo podríamos comunicar a los
demás”. Esta afirmación, sin embargo, permite advertir que Gorgias cree saber
algo. ¿Qué cosa? Precisamente, lo que afirma: que nada es, o que, si algo es y
lo conocemos, no lo podremos comunicar. En consecuencia, si Gorgias cree saber
algo, su posición no es la más radicalmente escéptica, toda vez que admite la
posibilidad de conocer algo: eso que precisamente cree saber.
Similar es la posición asumida por
Sócrates en aquella que es, sin lugar a dudas --junto con “pienso, luego
existo”, de Descartes-- la frase filosófica más célebre y conocida: “Yo sólo sé
que nada sé”. En ella, el padre de la Ética admite claramente saber, al menos,
algo: que nada sabe.
Por los tiempos en que la Academia fundada por
Platón había tomado definitivamente el rumbo del escepticismo, hubo un filósofo
llamado Arcesilao de Pitane, fundador de la llamada Academia nueva, que le hizo
una adición a la citada frase de Sócrates, para expresar su propio pensamiento.
Veámosla. Despojemos primero la frase socrática de su carácter anfibológico y
enunciémosla mejor así: “Yo sólo sé una cosa: que no sé nada”. Pues bien,
Arcesilao le agregó: “y aún esto no lo sé a ciencia cierta”. O sea, que la
frase completa quedó así: “Yo sólo sé una cosa: que no sé nada, y aun esto no
lo sé a ciencia cierta”.
Esta modificación de Arcesilao
constituye, indudablemente, un gran paso hacia una posición verdaderamente
escéptica. Pero, no obstante, se deja translucir todavía en ella la posibilidad
de conocer algo, puesto que, al decir: “y aún esto no lo sé a ciencia cierta”,
está admitiendo que, si bien no tiene la certeza de saber algo cabalmente, lo
sabe en cierta medida. Por eso, la actitud de Arcesilao tampoco es la más
radical en el campo del escepticismo.
La actitud más escéptica que se ha
dado en la historia de la filosofía es, sin duda, la de Metrodoro de Chíos, un
filósofo atomista, discípulo de Demócrito --o quizá de Neso-- y maestro de
Anaxarco. Dijo Metrodoro: “Yo no sé si sé o si no sé”, frase que, como se puede
apreciar, no encierra afirmación por ninguna parte y que debería gozar de una
mayor popularidad para justiprecio de su autor.
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