jueves, 28 de marzo de 2019

El poco valorado Meliso


Notas Filosóficas:

EL POCO VALORADO MELISO

Por Lácides Martínez Ávila

Hay entre los filósofos eleatas uno cuya doctrina no ha sido en absoluto valorada, sino, por el contrario, desdeñada, no obstante ser, a nuestro juicio, el que con mayor acierto enfocó el planteamiento fundamental de la escuela: la unidad del ser. Nos referimos a Meliso de Samos, a quien se sindica injustamente de haber precipitado la decadencia del eleatismo, dizque por haber intentado conferir un carácter material al ente. Vivió Meliso en el siglo V antes de Cristo, y fue también militar, aparte de filósofo, habiéndole correspondido dirigir la escuadra de su patria durante la rebelión de Samos contra Atenas, donde logró una resonante victoria naval en el año 442, aunque más tarde los samios cayeron vencidos ante Pericles. Asistió, según parece, a las lecciones de Parménides, cuyas doctrinas matizó, como veremos, de características especiales.

Es costumbre que las exposiciones o tratados sobre la escuela de Elea destaquen únicamente a Jenófanes, como el fundador; a Parménides, como el más representativo y máxima figura, y a Zenón de Elea, como el más vehemente defensor. A Meliso sólo se le cita en sentido de censura y menosprecio. Aristóteles, por ejemplo, califica su sistema de grosero.

Meliso acepta los postulados generales de la escuela, con arreglo a los cuales el ser es uno, todo, inmóvil, lleno, idéntico y eterno. Pero se aparta de Parménides en dos puntos: en primer lugar, estima que el ser o ente es infinito y, en consecuencia, es erróneo considerar que el cosmos tenga forma esférica; en segundo lugar, el mundo sensible no es para él --como sí lo era, en cambio, para Parménides-- una mera ilusión de los sentidos, sin relación alguna con el ente, sino una realidad que constituye una manera de ser del ente mismo, sin que ello afecte para nada la unidad de éste.

No ha hecho, entonces, Meliso sino ampliar y, si se quiere, corregir la concepción de Parménides acerca del ser. Parménides había descubierto la otra dimensión de la realidad: el aspecto inmaterial (objeto, desde entonces, de la que más tarde se llamaría Metafísica). Pero cayó en el error de quedarse en lo que descubrió, olvidando el aspecto material, hasta el punto de negar la realidad sensible, considerándola mera apariencia.

Meliso advierte la grieta abierta por Parménides e intenta cerrarla: intenta unir lo material con lo inmaterial, aunque sin perder de vista que se trata de dos aspectos distintos de un todo unitario: lo que existe, o, dicho de otro modo, el ser. Lo que existe constituye un todo unitario que comprende dos aspectos distintos y definidos, lo material y lo inmaterial, así como, por ejemplo, la superficie terráquea comprende el mar y el ecumene, y, si proseguimos este símil, podríamos decir que el ecumene es como lo material, y el mar como lo inmaterial, siendo las almas humanas como las diversas fuentes de agua que manan y fluyen por todo el planeta.
En resumen, digamos que es injusto el juicio despectivo que hacen Aristóteles y la crítica filosófica en general sobre Meliso de Samos. Aristóteles tilda, como ya se dijo, la doctrina de este filósofo de burda, y la crítica filosófica, por su parte, conceptúa que Meliso fue un representante decadente de la escuela eleática. Tanto el uno como la otra razonan a la luz de la lamentable escisión —interpretada también como duplicación— del mundo efectuada por Platón e iniciada por Parménides con antecedencia de Jenófanes. Decimos “lamentable” porque a partir de dicha escisión se dividió igualmente, con irreparable desacierto, al quehacer filosófico en materialista e idealista.

Esta polarización ha traído como consecuencia que, hoy por hoy, los filósofos opten por definirse o como materialistas o como idealistas, y esto, en nuestra opinión, los priva de ejercer la filosofía de un modo auténtico y cabal, pues juzgamos que, sin la metafísica la filosofía es algo así como un carruaje sin cochero o como un ejército sin comandante, y, sin la física, puede compararse con un tren sin vagones o con un caudillo sin seguidores. He aquí, pues, el mérito que no se le ha reconocido a Meliso: el de haber tenido una visión integral del ser y, por ende, de la filosofía, aceptando las dos dimensiones de la realidad: la material y la inmaterial, esta última llamada también espiritual.

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