Notas
Filosóficas:
HIPIAS, EL QUE HACÍA DE TODO
Por
Lácides Martínez Ávila
Hipias de Elis era, según la
historia, un típico factótum, esto es, un hombre que sabía hacer de todo. No es
éste, desde luego, un caso único en la historia, ni es nuestro propósito
presentarlo como tal. Se sabe, por ejemplo, que Leonardo Da Vinci dominaba
diversas disciplinas y que, dicho sea de paso, era capaz de pintar con una mano
mientras tomaba un dictado con la otra. También de Aristóteles se puede decir
que era omniscio. Lo que llama la atención en Hipias es el hecho de que haya
sido este filósofo el primero de quien se tenga noticia que reunía tantas y tan
variadas aptitudes.
Es cierto que los Siete Sabios de
Grecia —entre ellos Tales de Mileto---, lo mismo que otros pensadores antiguos,
como Anaximandro, poseyeron un saber multifacético. Al mismo Homero se le
atribuye cierta omnisciencia, aunque Jenófanes de Colofón se la niega
rotundamente. Pero el que cultivó disciplinas más disímiles y, si se quiere,
antagónicas, al menos en los tiempos antiguos, fue Hipias, de quien se puede
asegurar que fue el primero en quien convergieron armónicamente la filosofía y
el arte, cumpliéndose en él, pudiéramos decir, aquel famoso aforismo de Horacio
que reza: “Omne tulit punctum, qui
miscuit útile dulce” (“Gana todos los puntos el que mezcla lo útil con lo
agradable”). Además, es preciso aclarar que no es lo mismo saber de todo que
saber hacer de todo, del mismo modo que se puede saber de fútbol sin ser futbolista,
o de política sin ser político.
Hipias de Elis, hijo de Diótipo y
discípulo de Hegesidamo, y perteneciente a la primera generación de sofistas
—comedios del siglo V antes de Cristo—, fue, además de filósofo: jurisconsulto,
matemático, orador, poeta, pintor, escultor, musicólogo, artesano, joyero y
hasta mecánico. Se cuenta de él que en unos juegos olímpicos se presentó
ufanándose de haber fabricado, él mismo, sus sandalias, su túnica, su manto, su
anillo, en fin, todo cuanto llevaba puesto.
Por otro lado, a Hipias se le
considera el padre de la mnemotecnia, por cuanto se dice que era capaz de
repetir, en el mismo orden y sin equivocarse, cincuenta palabras seguidas que
oyese una sola vez. Asimismo, se declaraba en disposición de sostener una tesis
con la misma eficacia y contundencia que la contraria.
Se han conservado de él, a través
de Estobeo, algunas máximas como éstas: “Los envidiosos son dos veces desgraciados:
una por la desdicha propia, y otra por la dicha ajena”. “La calumnia debiera
ser castigada más severamente que el robo, porque los calumniadores nos roban
la estimación publica, que entre nosotros es el mejor bien”.
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