TÍMIDO BESO
¿Recuerdas la noche aquella
de finales de febrero,
cuando el ósculo primero
estampé en tu boca bella?
Con rapidez de centella
y timidez de ratón,
fue ese beso, dulce unión
tan sólo de nuestro labios,
que sin asco ni resabios
hicimos de corazón.
Con ese roce labial,
que sólo nos vio hacer Dios,
nos expresamos los dos
nuestro amor descomunal.
Fue una sublime señal
de que nuestros corazones
se idolatran cual gorriones
en pareja solitaria;
fue demostración palmaria
de mutuas adoraciones.
Un honor y una fortuna
tuve al haber sido yo
el primero que besó
tus labios sin macha alguna.
Hoy deseo que se una,
con ansia terrible y loca,
mi boca a tu dulce boca
y permanecer así,
con bastante frenesí
y efusión que no sea poca.
Nació en el rojo de anime
de tus dos labios bisoños,
con ternura de retoños,
ese beso tan sublime.
Quiero que pronto se arrime,
como lo hizo la vez esa,
tu grana boca de fresa
a la que en mi rostro llevo,
para besarte de nuevo,
pero con más fortaleza.
Lácides Martínez Ávila
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