FEA PARA EL OJO, BELLA PARA EL CEREBRO
Eres fea para el ojo,
y, aunque no para el cerebro,
es seguro que te quiebro
si contigo me enmanojo.
No creas que es por antojo
que esto último aquí te digo;
es que no podrás conmigo,
frágil mochila de hueso,
a pesar de que no peso
lo que tres granos de trigo.
Así de flaca eres tú,
--no pienses que eso me alegra--,
y eres además muy negra:
pareces un urubú.
Es tu cabello cuscú,
como dicen en mi tierra
al pelo que le da guerra
a un peine de cuatro dientes
bien gruesos y resistentes,
igual que los de una sierra.
Éstas y otras muchas cosas
sobre tu fisonomía
me dice la mente mía…;
¡qué cosas más asquerosas!
Sin embargo, son hermosas
tus dotes espirituales,
en el pensar sobresales,
y afirmo, seco y rotundo,
que en este podrido mundo
nadie vale lo que vales.
Sé que todas las muchachas
que forman el gran montón
patéticamente son
ante ti humanas carcachas.
Ellas siguen a las fachas
que impresiónanles la vista;
siguen, cual perras, la pista
de los hombres con dinero
y no ponen ningún pero
para entregarse a un artista.
En cambio tú no te dejas
llevar por las apariencias:
sólo miras las esencias,
y en eso a mí te asemejas.
Por eso nunca te quejas
de sufrir un desengaño
y no te resulta extraño
que un tipo bien presentado,
pulcramente acicalado,
sea morada del engaño.
Lácides Martínez Ávila
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