viernes, 28 de diciembre de 2012

LA VIDA


LA VIDA

Uno en el mundo se cuida,
ansiando mucho vivir,
pero ¿a qué fin, si al morir
de haber vivido se olvida?
Pensando estoy que la vida
Es un efímero sueño,
y no merece el empeño
que para vivir usamos…
¡Por más años que vivamos,
de su vida nadie es dueño!

Difíciles o expeditos,
todos los ciclos vitales
en hombres y en animales
resultan siendo chiquitos.
Los tiempos son infinitos;
la vida, muy limitada,
y, si se ve comparada
con la infinitud de aquéllos,
se disipan sus destellos…,
¡de vida no queda nada!

Si critican o corrigen
lo que afirmando aquí estoy,
a entristecerme no voy,
las críticas no me afligen.
Pensando sobre el origen
de la vida, he concluido
que por nadie es conocido
aunque se haya acerca de eso,
con hipérbole y exceso,
opinado y presumido.

Tal origen no consigo
que se conozca creer,
porque nadie puede ser
sin tener vida testigo.
Sobre el fin, lo mismo digo,
aunque todos los creyentes
tengan metido en sus mentes
que un ser todopoderoso
nos depara eterno gozo
o llamas incandescentes.

En esta vida yo actúo
sin saber de dónde vengo,
mas creo que razón tengo
en esto que conceptúo.
Por lo tanto, continúo,
haciendo estas reflexiones,
y si acaso impugnaciones
alguien quiere hacer a esto,
desde luego estoy dispuesto
a escuchar sus opiniones.

De la vida mi creencia
sigo dando aunque me lleve
Satán, pues la vida debe
tener razón de existencia.
No alcanza mi inteligencia
ni siquiera a imaginar
cuál es ni dónde ha de estar
esa razón que concibo,
mas ha de haber un motivo
para de vida gozar.

Es la vida, en mi opinión,
un don de grandes valeres,
mas ¿por qué todos los seres
no disfrutan de ese don?
Debe haber una razón
que mi mente desconoce
para que de vida goce
sólo un sector de los entes
en el planeta existentes
si al resto vida negóse.

Del pueblo a pensar me salgo,
y, al encontrarme solito,
concluyo, entre más cogito,
que vivos somos por algo.
Me pregunto: ¿acaso valgo
más que un peñón deslucido
para haber yo merecido
y él no la vida preciosa?
Y ¿por qué no a toda cosa
le fue ese don concedido?

Yo creo, y no estoy dudoso,
que los seres, pese a todo,
nos hallamos de igual modo
en estado de reposo.
Hay un rayo misterioso,
del que su origen se ignora,
que a veces y sin demora,
rompe fugaz ese estado,
y el nombre que se le ha dado
es el de “vida”, hasta ahora.

Lo que la ciencia sostiene
sobre el origen vital,
no lo encuentro muy real;
me apoyo en esto que viene:
Si es que la vida proviene
de la materia, ¿por qué
actualmente uno no ve
formarse un viviente entero
como se formó el primero,
si es que a esto damos fe?

No creo, por tal razón,
la cual me parece seria,
que la vida en la materia
tenido haya formación.
Tampoco la religión
me hace creer lo que dice;
por mucho que lo analice,
darle crédito no puedo; 
ya lo traté con denuedo
y no lo logré aunque quise.



POEMA ACERTADO

Siempre hacia afuera proyecto
en el acto lo que pienso,
lo cual desde su comienzo
trato de que sea recto.
Como en mi pobre intelecto
pienso que tiene todo ente
el derecho suficiente
de hacer saber su sentir,
aquí yo voy a decir
lo que pienso de la gente.

Para decir falsedades,
yo carezco de valor,
pero no me da temor
expresar veracidades.
Escribir estas verdades
quizá pueda molestar,
e incluso hasta disgustar
a cierto sector que lea;
prepárese el que se crea
con el deber de impugnar.

La vana pedantería
hace, con intemperancia,
que uno a veces dé importancia
a cualquiera nadería.
La gente en su mayoría
defiende con gran  ardor
cosas sin ningún valor
y sin razón de que sean;
es bueno que ya lo vean
quienes tengan ese error.

El hombre, de varios modos,
con escasas excepciones,
estólidas presunciones
destila hasta por los codos.
Cada uno de casi todos
los hombres con existencia
pretende, con gran demencia,
ser por todos admirado.
Esto no es justificado;
es una absurda tendencia.

Como casi  a nadie inmundo
lo admiran aunque esté sano,
se halla casi todo humano
por “pincharse” sitibundo.
Casi todo hombre en el mundo
a vestirse “bien” aspira;
si es el caso, él mismo estira
con plancha su pantalón,
para ver si admiración
despierta en el que lo mira.

Otro asunto sin razón
y cual deber estimado,
es lo de ser “educado”
un hombre en toda ocasión.
Lo que buena educación
se llama no es otra cosa
que una vaina insustanciosa
cargada de rimbombancia,
que sólo tiene importancia
en la mente prejuiciosa. 

Las normas de  urbanidad
son formulismos palurdos
con fundamentos absurdos,
y llenos de vanidad.
No existe necesidad
para haberles dado origen
a las reglas que se exigen
para ser considerados
como hombres “bien educados”
los que por ellas se rigen.

No existe justa razón
de que deba un caballero
arreglarse con esmero
si va para una reunión.
Esa necia condición
sólo en tontos valor cobra
y es sólo de tontos obra,
porque para uno escuchar,
formarse juicio y hablar,
el acicalarse sobra…

Se han ido cual espejismos
mis enjundias iniciales,
por ser tan universales
esos bobos formulismos.
En estos instantes mismos
voy a dar por terminado
este poema acertado;
pero quizás esas normas
me empeñe de muchas formas
en batir por separado. 

                    Lácides Martínez Ávila 

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