jueves, 27 de diciembre de 2012

COMPLACENCIA


COMPLACENCIA

Aunque mucho y con fijeza
fue mi vista de ti en pos,
nunca antes oí tu voz,
cabecera de belleza.
Voy a ver si la cabeza
me da para componer
los versos que antes de ayer
me pediste que te hiciera…
Si me ayuda la mollera,
hoy te voy a complacer.

Aunque yo en ninguna parte
soy poeta ni de apodo,
bregaré hacerlos de modo
que consigan agradarte.
No voy a garantizarte
que serán de calidad,
pero sí en su integridad
serán de afecto y cariño…
¡Aprécialos como un niño
a su tren de navidad!

Estoy en un mediodía,
bajo un calor muy tremendo,
estos versos escribiendo
con infinita alegría.
Ni si la Virgen María
esto me hubiera exigido
lo haría tan complacido
como lo estoy haciendo hoy…
Parece como que doy
para hacer lo que has pedido.

Al acordarme, beldad,
de tu rostro tan bonito,
siento agrandar un poquito
mi escasa capacidad.
Tú, virgen de poca edad,
tienes poder sin remate
para conseguir de un vate
poesías a granel,
porque consigues que en él
su inspiración se dilate.

Te digo, flor de alhelí
en estado de capullo,
que yo un cuerpo como el tuyo
anteriormente no vi.
Y siento, al pensar en ti,
que me salen sin esfuerzos
de la cabeza los versos,
igual que brotan las flores
de primavera: en colores
arrobantes y diversos.

Si de estos versos no cala
en tu corazón la letra,
es que entonces no penetra
tampoco en él una bala.
Mas, como yo sé que es mala
mi aptitud de bardo viejo,
no me enfado ni me quejo
si te ríes o te mofas
de estas humildes estrofas
que de recuerdo te dejo.

                              Lácides Martínez Ávila

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