viernes, 28 de diciembre de 2012

A CIPRIANITA (2)


A CIPRIANITA (2)

En esta lúgubre zona
donde hoy me toca vivir,
sólo me nace escribir
acerca de tu persona.
Tu efigie no me abandona
y, de pensarte, cercana
tengo a la parca, y mi hermana
tendrá que guardarme luto,
porque ni un solo minuto
puedo olvidarte, Cipriana.

La noche larga se me hace
y más largo aún el día;
quisiera que mi estadía
en este pueblo acabase.
Deseo que el tiempo pase
tan raudo como la brisa,
porque tengo mucha prisa
en volverte a acariciar
y percibir el radiar
de tu divina sonrisa.

Te extraño en mi desconsuelo,
¡oh flor de sabrosa aroma!,
cual un pollo de paloma
extrañaría al gemelo.
He entrapado mi pañuelo
en diversas ocasiones
al enjugar los millones
de lágrimas segregados
por mis ojos, colorados
de llorar sin contenciones.

En este silencio austero,
donde la euforia se opaca,
te extraño como una vaca
a su extraviado ternero.
Que pase veloz yo quiero
este mes que sí ha durado,
porque estoy desesperado
y de manera febril
anhelo que llegue abril
para volver a tu lado.

Aflicción y mustiedad
por donde camino esparzo,
y este largo mes de marzo
va apenas por la mitad.
Se ha vuelto una eternidad
y transcurre con pachorra;
soy capaz, como no corra
con la raudez de la luz,
de coger el primer bus
y enviar todo esto a la porra.

El tiempo se me agiganta
para dictar una clase;
en cambio quiero que pase
lerda la Semana Santa.
Con la inmaculada manta
de tu piel bella e impoluta,
quiero en forma resoluta
que para siempre me arropes,
porque tú, Cipriana López,
eres mi dueña absoluta.

                  Lácides Martínez Ávila

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