jueves, 4 de marzo de 2021

KANT, ENTRE EL RACIONALISMO Y EL EMPIRISMO

 

Inmanuel Kant representa, en la historia, un intento de conciliación entre dos corrientes opuestas del pensamiento filosófico: el racionalismo, que pretende llegar al conocimiento de la realidad absoluta a través del pensamiento puro, trascendente a toda experiencia, y el empirismo, que, por el contrario, postula la obtención del conocimiento mediante la acción de la experiencia sobre un espíritu meramente receptivo. Con él, culmina la que se ha denominado Filosofía Moderna, iniciada por Descartes.

 

Nació Kant en Königsberg (actual ciudad rusa de Kaliningrado), el 22 de abril de 1724. Sus padres fueron un honrado artesano y una mujer de escasa cultura aunque con dotes personales dignas de encomio. Su infancia transcurrió expedita, sin ninguna clase de problemas o complicaciones, y se dice que jamás llegó a salir de su ciudad natal; esto, hasta el punto de que alguien llegó, con cierta jocosidad, a dudar de si Kant conoció siquiera la playa.

 

La educación que recibió desde pequeño fue de tipo luterano y pietista, y, habiéndola aceptado cabalmente, sólo se apartó de ella al final de su vida. Fue un estudiante muy aplicado y consagrado con ahínco a sus lecciones, por lo que siempre se destacó como buen alumno. A los treinta y un años recibe el doctorado en Filosofía de parte de la universidad de su ciudad natal,  pero antes de coronar sus estudios dictó clases particulares y fue profesor auxiliar de la misma universidad, en la que, a los cuarenta y cinco años, lo nombraron  profesor de Lógica y Metafísica. También aquí, en la docencia, se granjeó fama de bueno y competente.

 

Como quiera que el pensamiento que predominaba en las universidades alemanas de ese entonces era el  de Leibniz, las clases que dictaba Kant se circunscribían, más que todo, a la metafísica y la ética de Baumgarten, discípulo de aquél , y la lógica de Meier, pero, sin embargo, también llegó a dar clases de Matemáticas y Geografía, hecho éste que sorprendía debido a que, como ya se dijo, Kant nunca salió de Konigsberg y, por lo tanto , no era muy explicable el que tuviera también vastos conocimientos geográficos.

Kant era, pues, un trabajador incansable y sumamente metódico, tanto esto úlltimo que las personas, sobre todo las amas de casa, cuando lo veían pasar, sabían que era determinada hora. La actividad docente lo llevó a un  afán  de búsqueda de la verdad, y comenzó a investigar denodadamente en aras de tal propósito, aplicándose, principalmente, a aquellos sistemas afines a su ideología.

 

Como resultado de esto, dio a la luz su obra cumbre, Crítica de la razón pura, en el año de 1781. Con la publicación de esta obra, se convierte Kant en el personaje más discutido de su país y quizás del mundo, pero, al mismo tiempo, se le complica y hace más difícil la vida, debido a que los intelectuales empiezan a discutir sus planteamientos, criticándolos y objetándolos la mayoría de ellos, por lo que se vio obligado a publicar una segunda edición, revisada y ampliada, de la obra mencionada.

 

Pese a las críticas y a las objeciones, la celebridad de Kant fue aumentando cada día. “Si su pensamiento no fuera tan difícil, casi podríamos decir que se había puesto de moda”, dice Montserrat Kirchner (1). El prestigio y el carácter de sus ideas le acarrearon a Kant, ya al final de su vida, problemas con el gobierno de su patria, hasta tal grado que Federico Guillermo II llegó a prohibir la enseñanza de la filosofía kantiana, la cual, según el respectivo dictamen, no contenía más que ridiculeces y futilidades, y era, además, spinoziana y atea. No obstante, el pensamiento de Kant se fue imponiendo hasta alcanzar la importancia y la magnitud que logró dentro de la historia de la filosofía universal.

 

Las fuentes que alimentaron el pensamiento kantiano fueron: Lutero, Wolff, Newton, Hume y Rousseau. Este influjo se discrimina así: de Lutero, Kant acepta, por un lado, el hecho de que la fe es un acto volitivo y no intelectual, y, por otro lado, la libertad de la conciencia (Lutero defiende la tesis de que la conciencia debe tener libertad para interpretar la Biblia), expresada en la idea de “conciencia autónoma” (Kant sostiene que la conciencia se dicta a sí misma las leyes). De Wolff, la influencia estriba en el concepto de “metafísica dogmática”, ya que siempre que Kant habla de dicho concepto se refiere es a la metafísica de Wolff. De Newton toma Kant su concepción científica, según la cual la conciencia liga y organiza los caóticos hechos que le ofrece la experiencia. De Hume, recibió —y así lo reconoce el mismo Kant— el escepticismo como actitud opuesta al dogmatismo. Y, por último, la influencia que recibió Kant de Rousseau consistió en el sentimentalismo, manifiesto, por ejemplo, en el hecho de considerar que la conciencia moral es absoluta y fundamento de las certezas metafísicas.

 

Ha sido considerado Kant el padre de la filosofía moderna, no obstante haber sido Descartes el punto de partida de ésta. Lo que ocurre es que, si bien Descartes dio iniciación a dicha era filosófica, fue Kant quien, definitivamente, marcó de manera más ostensible la particularidad esencial que la distingue: el conocimiento como problema. En la Crítica de la razón pura, Kant analiza la duda que dejó Descartes acerca de si nuestro conocimiento se refiere a cosas reales que percibimos o si, más bien, versa sobre la manera de conocer esas cosas. En otras palabras, se planteó el problema de si nosotros podemos conocer el mundo realmente, o si sólo lo podemos conocer mediante ciertas categorías fijas existentes “a priori” en nuestra mente.

 

Es éste el asunto fundamental de la filosofía kantiana, no hay duda, y es, en consecuencia, su razón de ser. Pero hay otro hecho, ya en el plano de la aplicación del método empleado y de la exposición de argumentos, que, igualmente, es muy meritorio para Kant, por su significación dentro de la historia de la filosofía, y es el haber tratado de lograr una simbiosis entre el racionalismo cartesiano, representado, además del pensador epónimo, por Malebranche, Spinoza y Leibniz, entre otros, y el empirismo psicológico, representado, principalmente, por Locke, Hume, Berkeley y Gassendi, abriendo las puertas así a lo que subsiguientemente se denominaría el idealismo alemán, cuyo máximo representante fue Hegel, y realizando, precisamente, con conciencia de ello o no y de manera anticipada, una especie de lo que sería la síntesis dialéctica hegeliana (tesis más antítesis igual a síntesis).

 

Es ésta, pues, una noción global y sintética de lo que es el pensamiento filosófico de Kant. Veámoslo ahora un poco más en detalle, es decir, describiendo brevemente cómo procede, cómo discurre y cómo desarrolla sus planteamientos.

 

El problema que se plantea Kant en la Crítica de la razón pura es el de si es posible un conocimiento metafísico, y, haciéndole eco al empirismo, asegura que todo conocimiento se origina en la experiencia, lo cual explica diciendo que nuestro espíritu actúa sólo cuando los sentidos le proporcionan material; de lo contrario, aquél no pasa de ser algo vacío, sin ningún objeto, sin ninguna función. Pero, al mismo tiempo, Kant estima que hay conocimientos que no se deben totalmente a la experiencia, tal es el caso de los juicios necesarios y universales, a los cuales llegamos mediante un acto racional, pues la experiencia sólo nos proporciona hechos particulares. Un ejemplo de esto podría ser el siguiente: Cuando yo observo que las olas del mar forman espuma en las playas de Puerto Colombia y, con base a en ello, elaboro el juicio “las olas del mar forman espuma en la playa”, se da aquí primero un conocimiento particular que me lo proporciona la experiencia, la observación directa (“las olas del mar forman espuma en las playas de Puerto Corombia”), pero a la vez se da en mí un conocimiento universal (“las olas del mar forman espuma en la playa”) que no me lo ha dado del todo la experiencia, porque yo no he visto las olas del mar en las playas del Japón o de Etiopía y, sin embargo, estoy afirmando que allí las olas marinas también forman espuma como en Puerto Colombia. Este conocimiento universal lo he obtenido gracias a un acto de la razón, del espíritu. Es por ello por lo que Kant distingue dos clases de conocimientos: el empírico y el racional.

 

A partir de esta consideración, Kant divide los juicios también en dos clases: juicios analíticos y sintéticos. En los analíticos, el predicado está contenido en la noción del sujeto, como cuando uno dice: “El cuadrado tiene cuatro lados”. Aquí el predicado está contenido en la noción del sujeto, porque en la definición del concepto “cuadrado” está contemplado el hecho de tener cuatro lados. Mientras que en los juicios sintéticos el predicado no está contenido en el sujeto, por ejemplo: “Este ángulo es obtuso”. El carácter de obtuso no está contemplado en la definición del concepto “ángulo”.

 

Ni los juicios analíticos ni los sintéticos, por separado, pueden constituir la ciencia, afirma Kant. Pues los primeros son meramente explicativos y, aunque clarifican el conocimiento, no enseñan nada ni hacen progresar; sin embargo, son universales y necesarios: son “a priori”. Y los segundos, aunque sí aumentan el conocimiento, son particulares y contingentes: son “a posteriori”. La ciencia debe, por consiguiente, estar constituida por otra clase de juicios, que son los juicios “sintéticos a priori”, los cuales por ser sintéticos, aumentan el conocimiento, y, por no fundarse en la experiencia, son universales y necesarios.

Ahora, retomando el hilo del problema que dijimos se plantea en la Crítica de la razón pura, o sea, si es posible o no un conocimiento metafísico, tenemos que Kant se propone probar que los juicios sintéticos son dables en la metafísica, para lo cual se vale de lo que él mismo denomina “análisis trascendental”. Entiéndese la palabra “trascendental” en Kant como todo aquello que se refiere a nuestros conceptos “a priori”, es decir, a las leyes o condiciones existentes en nuestro espíritu que nos permiten llevar a cabo el ejercicio de conocer.

 

El conocimiento tiene, según Kant, tres funciones que son: la sensibilidad, el entendimiento y la razón. Por eso, su crítica se da en tres respectivas dimensiones que son: la estética trascendental, la analítica trascendental y la dialéctica trascendental.

La estética trascendental, que corresponde a la crítica de la sensibilidad, comprende conceptos como “intuición”, “sensibilidad”, “entendimiento” y “sensación”, los cuales conviene aclarar: “Intuición” es el conocimiento por cuya mediación un objeto se nos da en forma inmediata, y como quiera que no hay sino intuición sensible y es en ella donde se funda todo conocimiento, se colige de esto que es imposible el conocimiento metafísico, ya que los objetos de la metafísica son ajenos a la experiencia. La “sensibilidad” es la simple receptividad, o sea, la capacidad de recibir impresiones. El “entendimiento” en cambio, es una actividad espontánea que no recibe nada de afuera, sino que, por su parte, agrega o quita algo a los datos recibidos mediante la intuición. Y por último, la “sensación” es “la impresión de un objeto sobre la facultad representativa”. Ahora bien, todas nuestras sensaciones acaecen en el espacio y en el tiempo; por eso hay que discernir en ellas, de una parte, las impresiones que recibimos (la materia) y, de otra, el marco espacial y temporal en que se sitúan las cualidades (la forma). El espacio, y el tiempo son, entonces, categorías “a priori” y como tales existen en el sujeto para permitirle y facilitarle al mismo el conocimiento.

 

Para comprender mejor la analítica trascendental, digamos primero que, como consecuencia de lo expresado en el párrafo anterior, se concluye que es imposible conocer las cosas tal como son objetivamente, porque siempre las sensaciones o impresiones que de ellas recibimos serán modificadas por las categorías “a priori” del entendimiento. Esto significa que sólo podremos conocer los fenómenos, es decir, las cosas transformadas por las categorías o formas “a priori”, como son el espacio y el tiempo, pero jamás conoceremos las cosas en sí, toda vez que los objetos que la sensibilidad nos presenta los piensa el entendimiento, modificándolos. Es conveniente aclarar aquí que Kant reconoce que las cosas en sí existen objetivamente, lo que no podemos es conocerlas. La analítica trascendental no es otra cosa que la actividad tendiente a determinar qué es lo que el entendimiento, a través de las categorías “a priori”, aporta o resta al conocimiento.

 

El busilis de la Crítica de la razón pura radica en el hecho de mostrar cómo las categorías de nuestro espíritu tienen un valor objetivo y sirven de fundamento a la ciencia, pese a lo cual considera Kant que, para que la metafísica se convierta en ciencia, es necesaria una crítica de la razón pero, como el único conocimiento posible es el que se origina en la intuición sensible, se concluye entonces que el conocimiento metafísico es imposible. Sin embargo, Kant dice que esto solamente es válido para la metafísica dogmática. He aquí la dialéctica trascendental.

 

Como corolario de todo lo expuesto, se puede afirmar que la esencia del pensamiento kantiano, en lo que tiene que ver con el conocimiento (su aspecto fundamental), estriba en considerar que éste es el producto de la síntesis de una forma y una materia. La forma se halla en el sujeto de manera preexistente a toda experiencia, mientras que la materia es algo caótico y disperso que el espíritu toma para unirlo, organizarlo e informarlo.

 

De otra parte, digamos que Kant, habiendo revolucionado su época con su concepción, en cierta forma agnóstica, acerca del conocimiento, puesto que “todo el mundo empezó a pensar que las ideas de Dios, de la inmortalidad del alma y de la realidad del mundo tal vez eran puras ficciones” (2), no dejó la cosa así, sino que, en la Crítica de la razón práctica, asentó serios postulados morales que han sido y serán siempre fuente sana del comportamiento ético de las personas. La moral de kantiana se basa en el deber, pero este deber no proviene de afuera, sino de nosotros mismos de nuestra razón individual, la cual es su único legislador y su único juez.

 

Para terminar, hagamos mención a la otra “Crítica” de Kant, a su Crítica del juicio, cuyo objeto de estudio es el sentimiento. Dos son, según Kant, las facultades del juicio: una estética y otra teleológica. Mediante la primera, se concibe lo bello de una manera desinteresada y ecuánime, mientras que la segunda tiene como objeto el fin que existe en todas las cosas. Este fin exige la existencia de un ser supremo que lo establezca, con lo que se llega a la idea sublime de Dios.

 

Kant dejó de existir físicamente el 12 de febrero de 1804, legando a la humanidad uno de los sistemas filosóficos de mayor importancia y trascendencia entre los que se han creado a lo largo de toda la historia.

 

Citas:

 

(1) Kirchner, Montserrat: “Inmanuel Kant (el padre de la filosofía moderna)”. Tomado de: “Forjadores del Mundo Contemporáneo”, Tomo 1, Barcelona, 1979. Pág. 57.

 

(2) Ferro Bayona, Jesús: “Un paseante cumplido y metódico” Tomado de: Diario del Caribe, No. 7845, Sept. 14, 1980, Pág. 4. 

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