KANT, ENTRE EL RACIONALISMO
Y EL EMPIRISMO
Inmanuel Kant representa, en la historia, un intento
de conciliación entre dos corrientes opuestas del pensamiento filosófico: el racionalismo, que pretende llegar al
conocimiento de la realidad absoluta a través del pensamiento puro,
trascendente a toda experiencia, y el empirismo,
que, por el contrario, postula la obtención del conocimiento mediante la acción
de la experiencia sobre un espíritu meramente receptivo. Con él, culmina la que
se ha denominado Filosofía Moderna, iniciada por Descartes.
Nació Kant en Königsberg (actual ciudad rusa de
Kaliningrado), el 22 de abril de 1724. Sus padres fueron un honrado artesano y
una mujer de escasa cultura aunque con dotes personales dignas de encomio. Su
infancia transcurrió expedita, sin ninguna clase de problemas o complicaciones,
y se dice que jamás llegó a salir de su ciudad natal; esto, hasta el punto de
que alguien llegó, con cierta jocosidad, a dudar de si Kant conoció siquiera la
playa.
La educación que recibió desde pequeño fue de tipo
luterano y pietista, y, habiéndola aceptado cabalmente, sólo se apartó de ella
al final de su vida. Fue un estudiante muy aplicado y consagrado con ahínco a
sus lecciones, por lo que siempre se destacó como buen alumno. A los treinta y
un años recibe el doctorado en Filosofía de parte de la universidad de su
ciudad natal, pero antes de coronar sus
estudios dictó clases particulares y fue profesor auxiliar de la misma
universidad, en la que, a los cuarenta y cinco años, lo nombraron profesor de Lógica y Metafísica. También
aquí, en la docencia, se granjeó fama de bueno y competente.
Como quiera que el pensamiento que predominaba en
las universidades alemanas de ese entonces era el de Leibniz, las clases que dictaba Kant se
circunscribían, más que todo, a la metafísica y la ética de Baumgarten,
discípulo de aquél , y la lógica de Meier, pero, sin embargo, también llegó a
dar clases de Matemáticas y Geografía, hecho éste que sorprendía debido a que,
como ya se dijo, Kant nunca salió de Konigsberg y, por lo tanto , no era muy
explicable el que tuviera también vastos conocimientos geográficos.
Kant era, pues, un trabajador incansable y sumamente
metódico, tanto esto úlltimo que las personas, sobre todo las amas de casa,
cuando lo veían pasar, sabían que era determinada hora. La actividad docente lo
llevó a un afán de búsqueda de la verdad, y comenzó a
investigar denodadamente en aras de tal propósito, aplicándose, principalmente,
a aquellos sistemas afines a su ideología.
Como resultado de esto, dio a la luz su obra cumbre,
Crítica de la razón pura, en el año
de 1781. Con la publicación de esta obra, se convierte Kant en el personaje más
discutido de su país y quizás del mundo, pero, al mismo tiempo, se le complica
y hace más difícil la vida, debido a que los intelectuales empiezan a discutir
sus planteamientos, criticándolos y objetándolos la mayoría de ellos, por lo
que se vio obligado a publicar una segunda edición, revisada y ampliada, de la
obra mencionada.
Pese a las críticas y a las objeciones, la
celebridad de Kant fue aumentando cada día. “Si su pensamiento no fuera tan
difícil, casi podríamos decir que se había puesto de moda”, dice Montserrat
Kirchner (1). El prestigio y el carácter de sus ideas le acarrearon a Kant, ya
al final de su vida, problemas con el gobierno de su patria, hasta tal grado
que Federico Guillermo II llegó a prohibir la enseñanza de la filosofía
kantiana, la cual, según el respectivo dictamen, no contenía más que
ridiculeces y futilidades, y era, además, spinoziana y atea. No obstante, el pensamiento
de Kant se fue imponiendo hasta alcanzar la importancia y la magnitud que logró
dentro de la historia de la filosofía universal.
Las fuentes que alimentaron el pensamiento kantiano
fueron: Lutero, Wolff, Newton, Hume y Rousseau. Este influjo se discrimina así:
de Lutero, Kant acepta, por un lado, el hecho de que la fe es un acto volitivo
y no intelectual, y, por otro lado, la libertad de la conciencia (Lutero
defiende la tesis de que la conciencia debe tener libertad para interpretar la
Biblia), expresada en la idea de “conciencia autónoma” (Kant sostiene que la
conciencia se dicta a sí misma las leyes). De Wolff, la influencia estriba en
el concepto de “metafísica dogmática”, ya que siempre que Kant habla de dicho
concepto se refiere es a la metafísica de Wolff. De Newton toma Kant su
concepción científica, según la cual la conciencia liga y organiza los caóticos
hechos que le ofrece la experiencia. De Hume, recibió —y así lo reconoce el
mismo Kant— el escepticismo como actitud opuesta al dogmatismo. Y, por último,
la influencia que recibió Kant de Rousseau consistió en el sentimentalismo,
manifiesto, por ejemplo, en el hecho de considerar que la conciencia moral es
absoluta y fundamento de las certezas metafísicas.
Ha sido considerado Kant el padre de la filosofía
moderna, no obstante haber sido Descartes el punto de partida de ésta. Lo que
ocurre es que, si bien Descartes dio iniciación a dicha era filosófica, fue
Kant quien, definitivamente, marcó de manera más ostensible la particularidad
esencial que la distingue: el conocimiento como problema. En la Crítica de la razón pura, Kant analiza
la duda que dejó Descartes acerca de si nuestro conocimiento se refiere a cosas
reales que percibimos o si, más bien, versa sobre la manera de conocer esas cosas.
En otras palabras, se planteó el problema de si nosotros podemos conocer el
mundo realmente, o si sólo lo podemos conocer mediante ciertas categorías fijas
existentes “a priori” en nuestra mente.
Es éste el asunto fundamental de la filosofía
kantiana, no hay duda, y es, en consecuencia, su razón de ser. Pero hay otro
hecho, ya en el plano de la aplicación del método empleado y de la exposición
de argumentos, que, igualmente, es muy meritorio para Kant, por su
significación dentro de la historia de la filosofía, y es el haber tratado de
lograr una simbiosis entre el racionalismo cartesiano, representado, además del
pensador epónimo, por Malebranche, Spinoza y Leibniz, entre otros, y el
empirismo psicológico, representado, principalmente, por Locke, Hume, Berkeley
y Gassendi, abriendo las puertas así a lo que subsiguientemente se denominaría
el idealismo alemán, cuyo máximo representante fue Hegel, y realizando,
precisamente, con conciencia de ello o no y de manera anticipada, una especie
de lo que sería la síntesis dialéctica hegeliana (tesis más antítesis igual a
síntesis).
Es ésta, pues, una noción global y sintética de lo
que es el pensamiento filosófico de Kant. Veámoslo ahora un poco más en
detalle, es decir, describiendo brevemente cómo procede, cómo discurre y cómo
desarrolla sus planteamientos.
El problema que se plantea Kant en la Crítica de la razón pura es el de si es
posible un conocimiento metafísico, y, haciéndole eco al empirismo, asegura que
todo conocimiento se origina en la experiencia, lo cual explica diciendo que
nuestro espíritu actúa sólo cuando los sentidos le proporcionan material; de lo
contrario, aquél no pasa de ser algo vacío, sin ningún objeto, sin ninguna
función. Pero, al mismo tiempo, Kant estima que hay conocimientos que no se
deben totalmente a la experiencia, tal es el caso de los juicios necesarios y
universales, a los cuales llegamos mediante un acto racional, pues la
experiencia sólo nos proporciona hechos particulares. Un ejemplo de esto podría
ser el siguiente: Cuando yo observo que las olas del mar forman espuma en las
playas de Puerto Colombia y, con base a en ello, elaboro el juicio “las olas
del mar forman espuma en la playa”, se da aquí primero un conocimiento
particular que me lo proporciona la experiencia, la observación directa (“las
olas del mar forman espuma en las playas de Puerto Corombia”), pero a la vez se
da en mí un conocimiento universal (“las olas del mar forman espuma en la
playa”) que no me lo ha dado del todo la experiencia, porque yo no he visto las
olas del mar en las playas del Japón o de Etiopía y, sin embargo, estoy
afirmando que allí las olas marinas también forman espuma como en Puerto
Colombia. Este conocimiento universal lo he obtenido gracias a un acto de la
razón, del espíritu. Es por ello por lo que Kant distingue dos clases de
conocimientos: el empírico y el racional.
A partir de esta consideración, Kant divide los
juicios también en dos clases: juicios analíticos y sintéticos. En los
analíticos, el predicado está contenido en la noción del sujeto, como cuando
uno dice: “El cuadrado tiene cuatro lados”. Aquí el predicado está contenido en
la noción del sujeto, porque en la definición del concepto “cuadrado” está
contemplado el hecho de tener cuatro lados. Mientras que en los juicios
sintéticos el predicado no está contenido en el sujeto, por ejemplo: “Este
ángulo es obtuso”. El carácter de obtuso no está contemplado en la definición
del concepto “ángulo”.
Ni los juicios analíticos ni los sintéticos, por
separado, pueden constituir la ciencia, afirma Kant. Pues los primeros son
meramente explicativos y, aunque clarifican el conocimiento, no enseñan nada ni
hacen progresar; sin embargo, son universales y necesarios: son “a priori”. Y
los segundos, aunque sí aumentan el conocimiento, son particulares y
contingentes: son “a posteriori”. La ciencia debe, por consiguiente, estar
constituida por otra clase de juicios, que son los juicios “sintéticos a
priori”, los cuales por ser sintéticos, aumentan el conocimiento, y, por no
fundarse en la experiencia, son universales y necesarios.
Ahora, retomando el hilo del problema que dijimos se
plantea en la Crítica de la razón pura,
o sea, si es posible o no un conocimiento metafísico, tenemos que Kant se
propone probar que los juicios sintéticos son dables en la metafísica, para lo
cual se vale de lo que él mismo denomina “análisis trascendental”. Entiéndese
la palabra “trascendental” en Kant como todo aquello que se refiere a nuestros
conceptos “a priori”, es decir, a las leyes o condiciones existentes en nuestro
espíritu que nos permiten llevar a cabo el ejercicio de conocer.
El conocimiento tiene, según Kant, tres funciones
que son: la sensibilidad, el entendimiento y la razón. Por eso, su crítica se
da en tres respectivas dimensiones que son: la estética trascendental, la
analítica trascendental y la dialéctica trascendental.
La estética trascendental, que corresponde a la
crítica de la sensibilidad, comprende conceptos como “intuición”,
“sensibilidad”, “entendimiento” y “sensación”, los cuales conviene aclarar:
“Intuición” es el conocimiento por cuya mediación un objeto se nos da en forma
inmediata, y como quiera que no hay sino intuición sensible y es en ella donde
se funda todo conocimiento, se colige de esto que es imposible el conocimiento
metafísico, ya que los objetos de la metafísica son ajenos a la experiencia. La
“sensibilidad” es la simple receptividad, o sea, la capacidad de recibir
impresiones. El “entendimiento” en cambio, es una actividad espontánea que no
recibe nada de afuera, sino que, por su parte, agrega o quita algo a los datos
recibidos mediante la intuición. Y por último, la “sensación” es “la impresión
de un objeto sobre la facultad representativa”. Ahora bien, todas nuestras
sensaciones acaecen en el espacio y en el tiempo; por eso hay que discernir en
ellas, de una parte, las impresiones que recibimos (la materia) y, de otra, el
marco espacial y temporal en que se sitúan las cualidades (la forma). El
espacio, y el tiempo son, entonces, categorías “a priori” y como tales existen
en el sujeto para permitirle y facilitarle al mismo el conocimiento.
Para comprender mejor la analítica trascendental,
digamos primero que, como consecuencia de lo expresado en el párrafo anterior,
se concluye que es imposible conocer las cosas tal como son objetivamente,
porque siempre las sensaciones o impresiones que de ellas recibimos serán
modificadas por las categorías “a priori” del entendimiento. Esto significa que
sólo podremos conocer los fenómenos, es decir, las cosas transformadas por las
categorías o formas “a priori”, como son el espacio y el tiempo, pero jamás
conoceremos las cosas en sí, toda vez que los objetos que la sensibilidad nos
presenta los piensa el entendimiento, modificándolos. Es conveniente aclarar
aquí que Kant reconoce que las cosas en sí existen objetivamente, lo que no
podemos es conocerlas. La analítica trascendental no es otra cosa que la
actividad tendiente a determinar qué es lo que el entendimiento, a través de
las categorías “a priori”, aporta o resta al conocimiento.
El busilis de la Crítica
de la razón pura radica en el hecho de mostrar cómo las categorías de
nuestro espíritu tienen un valor objetivo y sirven de fundamento a la ciencia,
pese a lo cual considera Kant que, para que la metafísica se convierta en
ciencia, es necesaria una crítica de la razón pero, como el único conocimiento
posible es el que se origina en la intuición sensible, se concluye entonces que
el conocimiento metafísico es imposible. Sin embargo, Kant dice que esto
solamente es válido para la metafísica dogmática. He aquí la dialéctica
trascendental.
Como corolario de todo lo expuesto, se puede afirmar
que la esencia del pensamiento kantiano, en lo que tiene que ver con el
conocimiento (su aspecto fundamental), estriba en considerar que éste es el
producto de la síntesis de una forma y una materia. La forma se halla en el
sujeto de manera preexistente a toda experiencia, mientras que la materia es
algo caótico y disperso que el espíritu toma para unirlo, organizarlo e
informarlo.
De otra parte, digamos que Kant, habiendo
revolucionado su época con su concepción, en cierta forma agnóstica, acerca del
conocimiento, puesto que “todo el mundo empezó a pensar que las ideas de Dios,
de la inmortalidad del alma y de la realidad del mundo tal vez eran puras
ficciones” (2), no dejó la cosa así, sino que, en la Crítica de la razón práctica, asentó serios postulados morales que
han sido y serán siempre fuente sana del comportamiento ético de las personas.
La moral de kantiana se basa en el deber, pero este deber no proviene de
afuera, sino de nosotros mismos de nuestra razón individual, la cual es su
único legislador y su único juez.
Para terminar, hagamos mención a la otra “Crítica”
de Kant, a su Crítica del juicio,
cuyo objeto de estudio es el sentimiento. Dos son, según Kant, las facultades
del juicio: una estética y otra teleológica. Mediante la primera, se concibe lo
bello de una manera desinteresada y ecuánime, mientras que la segunda tiene
como objeto el fin que existe en todas las cosas. Este fin exige la existencia
de un ser supremo que lo establezca, con lo que se llega a la idea sublime de
Dios.
Kant dejó de existir físicamente el 12 de febrero de
1804, legando a la humanidad uno de los sistemas filosóficos de mayor
importancia y trascendencia entre los que se han creado a lo largo de toda la
historia.
Citas:
(1) Kirchner, Montserrat: “Inmanuel Kant (el padre
de la filosofía moderna)”. Tomado de: “Forjadores del Mundo Contemporáneo”,
Tomo 1, Barcelona, 1979. Pág. 57.
(2) Ferro Bayona, Jesús: “Un paseante cumplido y metódico” Tomado de: Diario del Caribe, No. 7845, Sept. 14, 1980, Pág. 4.
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