Lesa por los espadines
de Cupido y por su hacha,
sufriendo está una muchacha
llamada Marta Martínez.
Del mes anterior a fines,
ella a la Costa
viajó,
y en la ciudad que fundó
el autor de “El antijovio”,
a Fabio Franklin, su novio,
entristecido dejó.
Del ambiente bullanguero
a llorar sola se aparta…
¡Doloroso es ver a Marta
llorando en El Rodadero!.
Su plañido lastimero
emite como sirena;
tendida sobre la arena,
con nostálgico mirar,
se pone a observar el mar,
a ver si palia su pena.
Al mismísimo Jehová
le ruega en sus oraciones
que cesen las vacaciones
para irse a Bogotá.
El estar lejos de allá,
es para ella una tortura,
y, en medio de esa amargura
que la aflige noche y día,
Cecilia Villar, su tía,
la consuela con ternura.Lácides Martínez Ávila
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