A MIS AMIGOS DE CODAZZI
(Compañeros de estudio en el Colegio Nacional)
En Codazzi yo me crie,
y recordarlo me es grato;
primaria y bachillerato
fue allí donde los cursé.
Por eso siempre amaré
a esa ciudad cesarense
de los Rivero, los Vence,
Marshall, Ávila, Quintero…,
porque, aunque soy saloero,
soy también muy codacense.
De Agustín Codazzi son
mis más sólidos amigos,
ésos que fueron testigos
de mi gran tribulación.
Hago aquí de ellos mención
con nostálgica añoranza:
Freddy Plata, Orlando Almanza,
Jairo Patiño Zabala…,
a quienes ninguno iguala
en nobleza y buena crianza.
Recordar me maravilla
como amigos ejemplares
al prudente Juan Pallares
y a Adalberto Holguín Padilla.
También en mi mente brilla
el recuerdo que a mí viene
de un amigo al que conviene
exaltar por ser un hombre
justo, honrado y que por nombre
Jorge Bernard Vásquez tiene.
De mi vida en el transcurso,
a un buen amigo yo extraño;
ése es Dorismel Caamaño,
el de encendido discurso.
Y a todos los de mi curso
los recuerdo cada día;
moran en el alma mía
sin excepción todos hoy,
como Aureliano Monroy
y el gran Alfredo Chinchía.
Dos amigos muy formales
y excelentes compañeros
fueron Ángel Oliveros
y Luis Ávila Morales.
Recuerdo a Carlos González
y también a William Bueno;
el primero, muy sereno,
hoy en Rinconhondo vive…
Me acuerdo de Álvaro Uribe
y también de Héctor Moreno.
Yo pido al Padre Divino
que guarde, proteja y salve
por siempre a Albeiro Monsalve
y a Carmelo Alfredo Pino.
También que alumbre el camino,
al Padre Eterno yo imploro,
del buen Rafaelito Toro,
muchacho de mente inquieta,
y de Gustavo Zuleta,
a quien aprecio y valoro.
Mis
recuerdos desempotro
y a dos
amigos reúno;
son:
Laudelino Áñez, uno,
y José
Muegues, el otro.
A cada uno
en su potro
me lo
imagino en Manaure.
Deseo que
jamás se instaure
nada malo
en ellos dos
y en todo
momento Dios
su buena
salud restaure.
Dos amigos
estarán
en mi alma
hasta que me muera;
me refiero
a Darío Viera
y a Alfonso
“Ñego” Iguarán.
Asimismo
morarán
en mí de
forma infinita,
mientras su
gracia bendita
Dios les
dará donde estén:
Rogelio
Ensuncho y también
Elvis
Manjarrés (“Bolita”).
De dicha mi
alma se embriaga,
y es normal
que así se note,
si recuerdo
a José Argote,
como a
Alexander Arzuaga.
De ese
tiempo que me halaga
no hay cosa
que sea maluca,
y mi
aprecio no caduca
hacia un
amigo gracioso,
alegre,
jovial, chistoso:
Jairo
Lozano (‘’Peluca’’).
De esa
época tan grata
que en mi
memoria campea,
recuerdo a
Jaime Correa,
también a
Pancho Zapata.
Persona
proba y sensata:
Nacho Marín
Monterrosa,
y otra muy
maravillosa,
de
espléndido corazón:
Alvarito
Celedón,
que ya en
el Cielo reposa.
De mi vida
estudiantil,
de tanta
dicha repleta,
recuerdo a
Saúl Pianetta
y a Felipe
“El Pipe” Gil.
A los dos, éxitos mil
les deseo por siempre yo,
y, aunque después se marchó
hacia lejanos confines,
recuerdo a Gentil Martínez,
que también allí estudió.
Un recuerdo genuino
conservo de forma grata
de Guillermo Marshall Plata
y Julio Díaz Montesino.
Del género femenino,
extraño asaz cada día
a Fanny Lemus García
junto a Luz Marina Castro,
cuyo recuerdo, cual astro,
corusca en la mente mía.
Recuerdo a Edilsa Chinchía
y a María Elena González,
compañeras por las cuales
suspiro yo todavía.
También en el alma mía
he de llevar hasta el fin,
de recuerdos un sinfín
–recuerdos que no son vagos—
sobre Genoveva Lagos
y María Helena Holguín.
Por donde quiera que estén,
yo ruego que de Su mano,
Dios tenga a Cielo Solano
y a Nhur Rivero también.
Era Codazzi un edén
donde escaseaban las penas,
y, en estas horas amenas,
recuerdo a Dulbis Botello,
a Myriam y a Emma Cuello
condiscípulas muy buenas.
Mil recuerdos llevo a flote
de Carlos y Ciro Pino.
¡Cómo extraño a Elodia Ospino,
a Betty y Cecilia Argote!
Le envío un beso grandote
a Elda Bautista con gozo.
¡Oh Dios Todopoderoso!,
Tú que todo lo consigues,
dile a Aracelly Rodríguez
que de verla estoy deseoso!
Hoy me
parece que escucho,
y en mis
oídos resuena,
la voz de
Nelva Cadena,
la hermana
de Aldo y de Lucho.
A un amigo
extraño mucho
de mi época
de estudiante,
alegre y de
buen talante,
José Ramón
Díaz Monroy,
y a Arturo
Pacífic hoy
también lo
extraño bastante.
El recuerdo
muy feliz
de dos
amigos me agrada,
como
Wilfrido Lozada
y
Maximiliano Ortiz.
Con el
frescor del maíz
que se
cultiva en la costa,
cuya mata
no se agosta,
mis
recuerdos desenrollo ,
y surge
Marlene Arroyo,
lo mismo
que Marta Acosta.
Lo digo sin engañifa:
uno en Codazzi se arroba…
Memoro a Rafael Canova
y a Enrique “El Quique” Tarifa.
Una vida de califa
o de sultán les deseo,
y abrazar sin titubeo,
ya sea de frente o de dorso,
quisiera a Maritza Corzo,
que hace tiempo no la veo.
De recordar nunca dejo,
y es lógico, me dirán,
a Alejandrito Durán,
el hijo del gran Alejo.
De los tiempos no me quejo,
del Colegio Nacional,
y de manera especial
recuerdo a Augusto Quintero,
también a Evelio Romero,
que era muy serio y formal.
A esos jóvenes tan cuerdos,
de verlos en ganas ardo…
De Humberto Álvarez guardo
el mejor de los recuerdos.
Para aprender no eran lerdos,
y recordarlos me alienta,
dos amigos que yo en cuenta
tengo mucho, y me refiero
a Rafa Oñate Rivero
y a Antonio Efraín Armenta.
Hoy ver de nuevo quisiera
a un amigo muy leal,
insigne profesional
que en México ha hecho carrera.
Les hablo de Tulio Herrera,
y del mismo modo quiero
dar un abrazo sincero
a un dúo que se respeta:
Walter “El Chula” Zuleta
y Francisco “El Kío” Rivero.
Afectuosos abrazos
con gran afecto le envío
a un dilecto amigo mío:
Carlos De la Hoz Collazos.
Y a todos mis amigazos
los recuerdo por igual;
a Jorge Eliécer Visbal
y a Édison Rodríguez hoy
con mucho aprecio les doy
un abrazo fraternal.
Como un estudiante egregio,
de noble y digna prosapia,
hoy recuerdo a Jairo Tapia,
orgullo de mi colegio.
Fue vivir un privilegio
esa época sin igual,
y, al poner punto final,
de emoción llorando casi,
¡mil vivas doy a Codazzi
y al Colegio Nacional!
Lácides Martínez Ávila*
·
No hay comentarios:
Publicar un comentario